Salud

Los desafíos que plantea la crisis de la Covid-19 para un mundo más solidario

Los desafíos que plantea la crisis de la Covid-19  para un mundo más solidario

Para responder a los desafíos que plantea la crisis sanitaria y reflexionar sobre las cuestiones que revela esta época turbia, los miembros del CRID – un colectivo creado en los años ‘70 que reúne a unas cincuenta ONG francesas, incluyendo Emaús Internacional desde los años ‘90 – han redactado un documento de reflexión política que plantea cuestiones esenciales y propone líneas alternativas comunes para las organizaciones de solidaridad internacional.

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Documento de reflexión política de los miembros de CRID

10.11.2020

Los desafíos que plantea la crisis de la Covid-19 para un mundo más solidario

La crisis de la covid-19 ha trastornado el mundo y nuestras organizaciones de solidaridad internacional. Este impacto llega en un contexto en el que no se aportan las respuestas necesarias a los desafíos climáticos y a la intensificación de las desigualdades y de la pobreza.

A partir de las discusiones entre miembros del CA del CRID, este texto pretende plantear constataciones comunes a nuestras organizaciones, que nos ayuden a pensar los desafíos de este turbia época. Este texto también propone líneas comunes de reflexión para el CRID y la solidaridad internacional, planteando al mismo tiempo cuestiones esenciales.

Una crisis de la Covid-19 reveladora de una crisis del sistema

Esta crisis, en un principio sanitaria, se ha convertido inmediatamente en una crisis múltiple, trastornando la actividad de nuestras sociedad y, particularmente, el acceso al sustento para las poblaciones vulnerables, desorganizando así la vida en todas partes. Esta pandemia, inédita por su alcance, cuya evolución sigue siendo imprevisible, ilustra perfectamente los peligros de una globalización a la deriva y las consecuencias previsibles de un sistema capitalista al borde del colapso.

Ciertamente, esta crisis es como una lupa que pone de manifiesto de manera ampliada el conjunto de los problemas existentes y las múltiples crisis generadas por una globalización profundamente desigual y destructora. Lejos de limitarse a una dimensión sanitaria, la situación actual saca a la luz cambios profundamente anclados en el modelo dominante de nuestras sociedades:

  • regresiones en materia de protección de derechos fundamentales*, que van de la mano con el peligro que corre la democracia, la represión de las revueltas populares y la criminalización de los movimientos sociales y ciudadanos,
  • vulnerabilidades multidimensionales,
  • daños ecológicos a veces irreversibles (en los ecosistemas, la biodiversidad, los océanos, etc.), que auguran lo peor en materia de supervivencia de numerosas formas de vida,
  • restricción cada vez más brutal de la libertad de circulación, con la excusa de garantizar nuestra seguridad —una «justificación» para políticas migratorias inhumanas y mortíferas.
  • degradación de los servicios públicos y de la legitimidad de la actuación pública en beneficio de las empresas y de sus accionistas.

La crisis actual es un potente revelador del estado de las desigualdades en el mundo, ya sea en términos de acceso a un sueldo digno, a la salud, a la educación, al agua potable, a la información, etc. Las desigualdades de género y las discriminaciones se han intensificado e incluso agravado debido a las respuestas de algunos gobiernos en esta primera fase de la crisis: incremento de las violencias hacia las mujeres en prácticamente todo el mundo, desapariciones y asesinatos, discriminación de las poblaciones autóctonas, etc.

Por último, esta crisis pone de manifiesto una vulnerabilidad común a nivel global, que incluye en algunos aspectos a las poblaciones más ricas, recordándonos así nuestra interdependencia y planteando un profundo cuestionamiento sobre el futuro de nuestra humanidad.

El riesgo de que las respuestas a la crisis de la Covid-19 acentúen la crisis del sistema

Ante el desarrollo fulgurante de la pandemia, los gobiernos enfrentan desafíos complejos. Aunque algunas respuestas puedan parecer a veces inocentes o anticuadas, otras parecen corresponder a una «doctrina del shock», tal y como lo explica Naomi Klein para denunciar «el ascenso de un capitalismo del desastre». En las últimas décadas, los gobiernos han aportado muchas veces respuestas ultraliberales a las catástrofes: más privatizaciones en materia de acceso a las necesidades básicas (vivienda, agua, salud, educación, etc.), más privatizaciones de las fuentes de vida, para enriquecer todavía más a los mismos, en detrimento de la mayoría de la población mundial. El riesgo es grande cuando se siguen aplicando las «mismas recetas», a pesar de que hayan provocado un nivel de desigualdad y de número de personas desfavorecidas jamás alcanzado. Incluso antes de la crisis de covid-19, el 1% de las personas personas más ricas del planeta ya poseían el doble de riquezas que las 6900 millones de personas restantes**. Y para dar solo un ejemplo, los 22 hombres que ostentan las mayores fortunas del mundo poseen más que toda la población femenina de África. Una situación que no deja de empeorar…

Galvanizados por un contexto económico, social y sanitario que fomenta el miedo y el repliegue, los gobiernos refuerzan sus prácticas autoritarias en numerosos países.
Con el pretexto de la seguridad y la lucha contra la pandemia, esta crisis agrava el control de las poblaciones por los gobiernos. Aunque la situación actual destaque la importancia de la actuación pública y su legitimidad, vemos el riesgo de que esta se aplique en un sentido autoritario y de seguridad excesiva. Esta deriva debe ser una señal de alerta para nuestras organizaciones, que denuncian este tipo de prácticas desde hace muchos años.

Como corolario de esta nueva crisis, las desigualdades y las vulnerabilidades seguirán agravándose allà donde no se implique a las poblaciones víctimas de diversos aspectos de la crisis en la elaboración, la aplicación y el control de los planes de reactivación de la economía y de contención de la pandemia. Y es que son precisamente estas poblaciones las que se ven más afectadas y, a menudo, dejadas de lado a medida que se va desplegando la crisis.

Las respuestas aportadas a numerosos aspectos de la crisis tienen dimensiones locales y nacionales. Sin embargo, la suma de las respuestas locales no puede pretender solucionar una crisis sistémica. Menos aún si se mantiene un modelo dominante que preconiza la competencia de todo contra todo, caldo de cultivo para la sucesión de las crisis actuales y futuras.

La organización de la producción y de los intercambios, en el contexto histórico en el que fue instaurada por los países dominantes, desempeña un papel clave en el origen de las crisis. Por esta razón, los países que aplican este modelo tienen un rol primordial a la hora de aportar soluciones. La resolución de una crisis solamente puede decidirse en un espacio multilateral que funcione de manera democrática, para garantizar que las respuestas no serán impuestas por los más poderosos.

La gestión de la crisis de la Covid-19 demuestra la impotencia de las instancias multilaterales a la hora de aportar y aplicar respuestas decisivas y orientaciones necesarias para afrontar de manera coherente los numerosos desafíos a nivel internacional.

Oportunidades sin precedentes para fomentar alternativas coherentes y solidarias

Sin embargo, al destacar y acentuar el carácter desigual y discriminatorio de nuestras sociedades, esta crisis mundial también aporta una «liberación cognitiva» sin precedentes. Es la ocasión para pensar lo que antes parecía inimaginable, cuando para mucha gente todo «parecía ir bien».

Los numerosos vínculos entre los daños medioambientales y la aparición de riesgos sanitarios mayores, o entre los sistemas de salud y la resiliencia ante las pandemias son indicadores claros de la relación inextricable entre crisis ambiental, social, económica y sanitaria.

Una reactivación económica justa implica reglas vinculantes para las multinacionales y, en general, la protección del medio ambiente y de la biodiverdad, mientras que el acceso a los derechos fundamentales deberá prevalecer sobre los sistemas de producción e intercambio. Las reglas que se apliquen no serán eficaces si no tienen por objetivo reducir de forma constante las desigualdades y discriminaciones existentes y si no contribuyen a aportar mayor justicia social e igualdad.

Las organizaciones de solidaridad internacional tienen un papel que desempeñar en esta nueva configuración. El CRID desea participar a los espacios de reflexión sobre la elaboración de respuestas articuladas y coherentes, que sitúen la solidaridad en el centro.

Desafíos comunes que el CRID y sus miembros deben afrontar juntos:

  • Aportar respuestas a las crisis, construidas conjuntamente y pensadas en todos los continentes, no solamente en los países ricos y dominantes;
  • Defender el lugar de la fraternidad y la solidaridad en las respuestas elaboradas a nivel local, regional e internacional;
  • Reafirmar el papel de los bienes comunes y de la actuación pública al servicio del interés general;
  • Prestar especial atención a los distintos desafíos de una reubicación justa, tanto en los países del Norte como en los del Sur;
  • Llevar a cabo una batalla ideológica contra las hegemonías culturales y en favor de unos imaginarios construidos en torno a la actuación pública, el respeto efectivo de los derechos fundamentales, la libre circulación, la salida del colonialismo y sus efectos que perduran, la solidaridad como alternativa al fomento de la competición, y respuestas transformadoras a las crisis climáticas, medioambientales y sociales;
  • Imponer el papel de la sociedad civil en la construcción de un futuro común, solidario y respectuoso con el planeta;
  • Exigir una soberanía basada en la solidaridad, en el cumplimiento de un derecho internacional que tiene por objetivos la igualdad, la democracia y las libertades públicas, y se construye diariamente junto con los movimientos sociales y populares, al contrario del soberanismo estatal basado en el repliegue identitario, la exclusión del otro y el autoritarismo;
  • Construir o reconstruir espacios políticos internacionales para pensar las respuestas a la crisis desde la perspectiva del interés global, pendiente de definir.

*Ver Informe de junio 2019 de la Agencia de Derechos Fundamentales de la UE
**Enero 2020, informe «Tiempo para el cuidado» de Oxfam International – El trabajo de cuidados y la crisis global de desigualdad.