[Análisis] ¿Qué alternativas existen para garantizar a todos y todas el acceso a una educación que fomente su realización desde el punto de vista cultural y político?

[Análisis] ¿Qué alternativas existen para garantizar a todos y todas el acceso a una educación que fomente su realización desde el punto de vista cultural y político?

En este mes de septiembre, millones de niños y niñas de todo el mundo han vuelto a la escuela. Sin embargo, hay que tener en cuenta que en 2023 no todos ellos disfrutan aún del mismo acceso a los conocimientos y al saber hacer.

En 2022, la Unesco alertó de que seguía habiendo 244 millones de menores de entre 6 y 18 años sin escolarizar. Aunque es cierto que esta situación ha mejorado en los dos últimos decenios —no en vano, en el año 2000 esa cifra era de 400 millones—, el ritmo de incorporación al sistema educativo se ha ralentizado considerablemente en los últimos años, como lamenta esta organización. «Nadie puede aceptar esta situación. La educación es un derecho y debemos hacer todo lo posible para que este derecho se respete para todos los niños», afirmó, también en 2022, Audrey Azoulay, directora general de la Unesco.

Esta lucha es fundamental dentro de las acciones de Emaús Internacional. De hecho, uno de los principales factores de exclusión es la falta de educación. Dar acceso a ella supone brindar una oportunidad a los ciudadanos y ciudadanas más vulnerables para salir de la pobreza. Pero la educación no consiste simplemente en proporcionar conocimientos: también tiene que ayudar a que sus destinatarios se impliquen en la vida social, cultural y política, como recuerda la segunda reivindicación de nuestro Informe Mundial, de cuya publicación se celebrará pronto el segundo aniversario: «Garantizar una educación universal que ayude a realizarse en todas las dimensiones, incluidas la cultural y la política».

¿Cómo conseguirlo? Los grupos Emaús del mundo entero nos dan multitud de ejemplos en este sentido. En África hay muchas necesidades, especialmente en las zonas remotas. Para contrarrestar estas desigualdades, los grupos Emaús locales se movilizan para cubrir los gastos de la matriculación en los centros educativos y del material escolar, especialmente en Togo. En Burkina Faso, la asociación Zod-Neeré ha creado una escuela de segunda oportunidad destinada a menores que han tenido que abandonar el sistema escolar clásico porque en él no encontraban respuesta a sus necesidades o, sencillamente, porque carecían de recursos económicos.

En Burundi, la ALDP (Asociación de Lucha contra la Delincuencia y la Pobreza; en francés, Association de Lutte contre la Délinquance et la Pauvreté) ayuda a los menores más vulnerables y marginados, sobre todo a los refugiados que huyen del conflicto del este de la República Democrática del Congo. 

En Brasil, el grupo Emaús de Recife apuesta por una formación emancipadora en una escuela en la que ofrece cursos sobre educación política. Esta propuesta gratuita permite no solo adquirir competencias técnicas (en electricidad, informática, etc.), sino también analizar de manera crítica la sociedad, especialmente sus mecanismos políticos. De ese modo, se anima a los jóvenes estudiantes a implicarse en mayor medida en la vida de su ciudad.

En la India, la asociación Emaús VCDS abre las puertas de los colegios a los niños y niñas dalits (o intocables) para compensar las carencias de los poderes públicos en este terreno. Las clases ayudan a estos menores a recuperar la confianza en sí mismos y les brindan la oportunidad de integrarse en la sociedad, una integración que es prácticamente imposible en las zonas rurales, donde, generación tras generación, los miembros de esta casta se ven condenados a la exclusión social, económica, política y cultural.

Unas iniciativas inspiradoras que sería muy interesante extender por todo el mundo, pero que no bastarán por sí mismas para alcanzar la verdadera igualdad de oportunidades si los y las dirigentes no muestran una voluntad política real para acabar con este problema.