"En unos segundos, la ciudad queda devastada. Las fachadas destripadas, las puertas, las ventanas y los cristales vuelan en mil pedazos, los interiores en ruinas…"


Dos meses después de las explosiones que arrasaron su capital, el Líbano se hunde en una crisis política que priva a su población de la tan esperada ayuda. Camille Chédid, presidente de la Asociación de Ayuda Mutua Profesional de Beirut, y Claude Audi, Consejera, nos hablan con honestidad y precisión de la trágica jornada del 4 de agosto 2020.

Martes 4 de agosto 2020 por la tarde. La jornada laboral de los habitantes llega a su fin. Una gran parte de ellos ya están en casa. La actividad se desarrolla a cámara lenta desde que el país vive al ritmo de la peor crisis financiera de su existencia, amplificada por la epidemia de Covid-19 que limita aún más los desplazamientos.

Son poco más de las seis de la tarde cuando se oye el estruendo de la primera explosión, seguida de cerca de la segunda, todavía más fuerte, cuya ráfaga lo arrasa todo a su paso en un radio de varios kilómetros. En unos segundos, la ciudad queda devastada. Las fachadas destripadas, las puertas, las ventanas y los cristales vuelan en mil pedazos, los interiores en ruinas… El cataclismo se debe a la explosión de 2750 toneladas de nitrato de amonio depositadas en un hangar del puerto de Beirut contiguo al silo de trigo. Balance: más de 200 personas muertas y desaparecidas, 6500 personas heridas, pérdidas que se cifran en miles de millones, y la población en shock, azotada, magullada, empobrecida.
Las poblaciones con un nivel bajo de ingresos, que ya eran muy vulnerable, han quedado duramente impactadas. Entre ellas figuran personas en situación precaria acompañadas por nuestra asociación sin ánimo de lucro AEP (Asociación de Ayuda Mutua Profesional), que trabaja en el sector de las microfinanzas desde 1984 y es miembro activo de Emaús Internacional.

Cuarenta y seis prestatarios de AEP son propietarios de comercios situados cerca de la zona siniestrada o en la trayectoria de la devastadora ráfaga. Algunos son gerentes de tiendas de ropa, de artesanía, de telefonía móvil, otros de quioscos de snacks, tiendas de alimentación, panaderías, talleres de costura, chocolaterías, etc. Han perdido su stock, sus equipos y sus tiendas. Otros ochenta prestatarios de regiones más alejadas también han sufrido daños, aunque de manera indirecta, por la interrupción de la cadena de suministro o el agotamiento de mercancías.

La principal preocupación de AEP actualmente es ayudarlos mediante donaciones, subvenciones, ayuda financiera, reprogramación o incluso anulación de la deuda.

Como todas las catástrofes provocadas por fallos humanos, la explosión del puerto de Beirut ha sacado a la luz los errores que han detonado semejante cataclismo. La investigación en curso permitirá definir las auténticas causas del siniestro, pero por ahora podemos afirmar que la presencia de nitrato de amonio en semejantes cantidades y en tan malas condiciones de almacenamiento ha favorecido ampliamente que se produzca esta calamidad.

Irresponsabilidad, negligencia, corrupción, disfunción institucional, todos los males que achacan al Líbano desde hace muchos años y que impiden a su población vivir y prosperar han estallado a la vista de todo el mundo. Si, como dicta nuestro proverbio, «no hay mal que por bien no venga», esperamos que esta terrible fecha del 4 de agosto 2020 sirva para que nuestro país renazca de sus cenizas.

Camille Chédid
Presidente de la Asociación de Ayuda Mutua Profesional,


y Claude Audi
Consejera de la Asociación de Ayuda Mutua Profesional