Durante su juventud, el Abbé Pierre fue descubriendo progresivamente su vocación, primero en su familia y, más adelante, en el escultismo, antes de implicarse en la Iglesia Católica. 

Henri Grouès nace el 5 de agosto de 1912 en Lyon, en el seno de una familia católica burguesa. Es el quinto de ocho hermanos. Su padre, Antoine, es director de las fundiciones Fonderies du Rhônes. Participa en numerosas asociaciones, sobre todo en la cofradía Hospitaliers-Veilleurs, una organización benéfica lionesa.  

Con doce años, Henri se da cuenta de que su padre afeita, corta el pelo y sirve el desayuno a unos cincuenta mendigos cada mañana. Lo llaman ‘el barbero de los miserables’. 

Así, marcado desde pequeño por la solidaridad y la religión, Henri se une a los Scout en 1925, con 13 años. Esta etapa tendrá muchísimo peso en su formación como adolescente y en su vida adulta, y su interés por el escultismo perdurará toda su vida. Se ganó el apodo ‘castor meditativo’. 

Alumno en el internado jesuita San José de Lyon de 1921 a 1930, en 1927 participa en un viaje a Roma. A la vuelta, la parada en Asís, Italia, provoca una revelación. El año siguiente descubre la vida de San Francisco de Asís, que orienta su vocación mediante el desapego material que lo caracteriza. A partir de entonces, empieza a leer y a reflexionar a solas a menudo. 

Sin embargo, tiene dudas sobre la conducta que debe adoptar. ¿Hay que encaminarse «hacia el desierto para pensar únicamente en Jesús» y llevar una vida contemplativa? ¿O, más bien, luchar «en terreno enemigo y combatir a golpes, militando?» 

Primero se inclina por la reflexión y entra en la orden de los capuchinos, la rama más austera de los franciscanos. El 21 de noviembre de 1931, con solo 19 años, entra en el convento de Notre-Dame-de-Bon-Secours de Saint-Etienne, con el nombre de hermano Philippe, en Crest (región francesa de Drôme). Pasa siete años allí estudiando y hace sus votos el 3 de enero de 1937. El 24 de agosto de 1938 es ordenado sacerdote. 

Esta experiencia representará para él una «verdadera época de felicidad interior» y constituirá una preparación inestimable para su futura vida atípica como sacerdote. No obstante, ese estilo de vida le parece muy duro debido a la soledad y a las condiciones muy austeras, que ponen a prueba su frágil salud desde hace mucho tiempo. La vida monástica se vuelve inviable y obtiene la autorización para salir de los capuchinos en abril de 1939. El obispo de Grenoble lo acoge y lo nombra vicario de la basílica de San José.  

En septiembre de 1939, cuando estalla la Segunda Guerra Mundial, lo reclutan como suboficial, pero entre finales de enero y mediados de julio de 1940 lo ingresan en el hospital por un problema de salud no relacionado con el combate y finalmente lo desmovilizan el 31 de agosto de 1940. Su obispo lo nombra sucesivamente capellán del hospital de La Mure (en Isère, septiembre de 1940), sacerdote encargado de la educación religiosa en el orfanato de Asistencia Pública de La Côte-Saint-André (enero 1942) y, por último, vicario de la catedral de Grenoble (15 de julio 1942 – finales de 1943). Capellán de la Marina entre mediados de 1944 y finales de 1945, será sacerdote, ante todo, hasta el final de su vida. 

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