Grégoire Haddad: se va un rebelde

Grégoire Haddad: se va un rebelde

Se ha ido como vivió: simple, discreto, humilde. Grégoire Haddad, el «padre Grégoire» para los amigos y para lo que hoy podríamos llamar sociedad civil, se ha marchado al lado de su absoluto, Jesucristo, la víspera de Navidad.

En cierto sentido ha realizado una última vuelta a los orígenes, un tema que marcó la parte más rica de su vida religiosa. Rigió los destinos de la complicada diócesis greco-católica de Beirut y de Biblos entre 1968 y 1975, y a mediados de los años setenta había adquirido un renombre que sobrepasó ampliamente las fronteras del Líbano debido a las ideas vanguardistas, incluso revolucionarias, que defendía en lo relativo a la práctica de la fe cristiana. Abogaba por una vuelta a los orígenes de la cristiandad haciendo hincapié en que toda postura referente a cualquier estructura o actitud cristiana debía obedecer a dos criterios absolutos, Jesucristo y el Hombre. Para él no se trataba de una mera postura intelectual, sino que predicaba con el ejemplo y llevaba, como prelado, una vida modesta, sencilla, alejada de lo material. Llevó a la práctica su visión de lo que debía ser la vida de un cristiano auténtico, respetuoso de los dos criterios absolutos, cuando reorganizó las parroquias de su diócesis.

Esta vuelta a los orígenes reconcilió a numerosos jóvenes con la religión cristiana, especialmente en el entorno universitario, y sobre todo porque venía de la mano de una acción social igual de vanguardista basada no solo en la caridad sino más bien en el desarrollo socioeconómico de las regiones más desfavorecidas del país. El padre Grégoire asoció su nombre y su vida a numerosas obras, principalmente la comunidad Emaús de Beirut, llamada el Oasis de la Esperanza, que fundó junto con otras dos personas en enero de 1959, entre dos escalas del Abbé Pierre en el país; el Movimiento social libanés, del que fue su principal fundador en 1961; el Artisan du Liban y la AEP (Association d’entraide professionnelle, Asociación de ayuda mutua profesional), que nació en el Oasis de la Esperanza, al cual sustituyó como miembro de Emaús Internacional. A lo largo de tres decenios, el padre Grégoire Haddad aportó su granito de arena a la construcción de Emaús Internacional con intervenciones destacadas en las reuniones del Consejo de Administración y de la Asamblea General. Muy cercano a su alter ego y amigo el Abbé Pierre, con el que compartió ideas y una acción sinónima de generosidad eficaz, y con una visión y un carisma sin parangón, el padre Grégoire estuvo allá donde había necesidad y urgencia. «El Abbé Pierre me marcó, sobre todo con la idea de que las personas deben trabajar para vivir, y no convertirse en receptores de asistencia, para que puedan volver a ser seres humanos capaces de colaborar en la construcción de una sociedad civil».

El Movimiento social libanés resume muy bien el doble objetivo que motivaba la acción del padre Grégoire: el desarrollo humano y social no religioso y aconfesional, lejos de todo enfrentamiento armado, la reconstrucción de la ciudadanía y la solidaridad entre los jóvenes.
El padre Grégoire llevó la modestia que lo caracterizaba hasta el extremo de preguntarse, durante la preparación de su biografía, si quedaba algo de su largo recorrido como hombre de fe y militante de la acción social. Esta pregunta existencial en el ocaso de su vida encuentra respuesta en la triste realidad de un oriente desgarrado por la violencia ciega, el oscurantismo más retrógrado y la intolerancia destructora. Más que nunca antes, la población de esta región necesita hoy una vuelta salvadora a los orígenes de la práctica religiosa. Más que nunca antes, esta parte del mundo necesita inspirarse en el sueño de Grégoire Haddad, en la visión inusual que tenía de la religión, basada en el respeto del otro, el derecho a la diferencia, la preservación de las especificidades de cada uno, la salvaguardia de la dignidad del individuo y el desarrollo del hombre, de «todo hombre y de toda la Humanidad», como no dejó de recordar para destacar la necesidad de no olvidar ninguna dimensión del desarrollo de la persona humana.

Volviendo a los verdaderos preceptos de la religión, no solo en este Oriente Medio turbulento sino también, y sobre todo, en el mundo occidental, el camino que marcó el padre Grégoire Haddad no habrá sido en vano.

Navidad de 1985 en Saida (Líbano). Monseñor Grégoire Haddad, obispo greco-católico (a la izquierda), en compañía de los líderes de diferentes comunidades religiosas, entre otros el muftí chií y el muftí suní.

Fuentes: Emaús Internacional y «Grégoire Haddad, obispo laico, obispo rebelde», de Michel Touma, Ediciones l’Orient-Le Jour, Beirut.

Ver los artículos de l’Orient-Le Jour (en francés):
« L’évêque pour après-demain », Grégoire Haddad, s’est éteint
L’adieu des officiels et de la société civile à Grégoire Haddad